La agricultura familiar es sumamente importante para la
vida de países como el Perú: El 80% de los productos alimenticios
que se consumen en el mercado nacional a través de los principales centros de abastos
de Lima y las comunidades del interior
del país, proceden de esta actividad, que es realizada con el concurso
principalmente del trabajo de una familia. Hay una serie de conceptos
vinculados, como el de pequeña agricultura, agricultura de pequeña escala o
agricultura campesina.
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Foto: Internet |
El aporte de los y las agricultores familiares no
solamente se puede medir en cantidad, sino en calidad, ya que cultivan y
cosechan una diversidad de alimentos, de la que solo pueden hacer gala diez
países en el mundo, lo que representa
autonomía en la alimentación de la población y
valores nutricionales altos en
las mesas de peruanas y peruanos, con lo que se garantiza la seguridad
alimentaria y nutricional de las familias de nuestro país y el ejercicio del derecho humano a la
alimentación adecuada.
Existen muchas evidencias
de que es altamente productiva, tanto en rendimientos por hectárea como en los
servicios que provee. Según los índices de la Encuesta Nacional de Hogares
(ENAHO) 2009, la agricultura familiar,
campesina e indígena de pequeña y mediana producción tiene un papel estratégico
en el abastecimiento del mercado interno : De cada 10 toneladas de alimentos que se producen en el
país, 7.5 provienen de la
pequeña y
mediana agricultura, con lo que queda demostrado que los campesinos y agricultores/as familiares son el principal
núcleo social abastecedor de
alimentos.
Además, la agricultura familiar es
una forma de vida y de cultura que tiene como objetivo la reproducción social
de la familia y la comunidad que gestiona sus sistemas productivos
diversos, principalmente actividades agropecuarias,
forestales y de pesca con mano de obra predominantemente familiar no asalariada, para producir alimentos y otros bienes y
servicios cuyo destino final es el mercado local y el autoconsumo.
Asimismo, genera empleo e ingresos
familiares. Según cifras oficiales, el sector agropecuario emplea aproximadamente una cuarta
parte de la población económicamente activa (PEA), pero contribuye solo un 8%
al Producto Interno Bruto (INEI 2012). Sin embargo, estas cifras no incluyen la
parte invisible (productos de autoconsumo y trabajo no remunerado, valoración
de servicios ambientales), dejando a la agricultura familiar como poco
productiva, cuando en realidad no lo es.
No obstante, hay obstáculos que deben superarse como la
comercialización (bajos precios, escasa capacidad de negociación con los
compradores) sigue siendo una limitante no resuelta para que las familias de
agricultores vean el reflejo del esfuerzo de su trabajo en el campo. El trabajo familiar
no es remunerado, por lo tanto resulta “invisible” y en mayor medida asumido
por las mujeres. A los efectos económicos se agrega la valoración de productos
alimenticios de autoconsumo. A lo que se suma que emplea mano de obra eventual,
la que es permanentemente remunerada representa un menor índice, la competencia
desleal de la agroindustria y
importación de alimentos subsidiados.
Por ello, para muchos agricultores familiares, la
agricultura en su finca no alcanza para satisfacer las necesi dades familiares, por
lo cual “el 40.7% de los productores agropecuarios del país (…) complementan
sus ingresos con otras actividades”.
Además, desde la visión oficial se
ha se generalizado la idea de que la
agricultura familiar y campesina no es rentable y produce solo para el
“autoconsumo”, frente a la agroexportación que tiene “éxitos” económicos. Sin
embargo, esta última paga la mitad del impuesto a la renta, tiene un régimen laboral
especial con derechos recortados para las y los trabajadores, y cuenta con agua
subsidiada en un alto porcentaje.
En el Perú diferentes gobiernos han tenido escasa voluntad política
para reconocer el aporte de la pequeña agricultura y establecer políticas
adecuadas para su promoción y desarrollo; por el contrario, ha favorecido la
importación de cereales, aceites, leguminosas y azúcar, entre otros, y han postergado a los productores tradicionales bajo
orientaciones sectoriales y en los tratados de libre comercio.
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