viernes, 27 de noviembre de 2015

Posicionamiento de la MMM frente a la COP 21

El clima de nuestro planeta cambia de forma visible y rápida. Múltiples acontecimientos climáticos extremos observados en los últimos años, como cambios en las lluvias, la intensidad y alcance de las sequías, la fuerza  creciente de los huracanes, entre otros, están conectados con el aumento de la temperatura en la tierra. Estos episodios han tenido ya numerosas consecuencias negativas para comunidades de todo el mundo. Estos cambios no tienen nada de natural, sino que son las consecuencias de la acción humana sobre el planeta, como así lo han demostrado científicos-as en el informe del GIEC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el cambio climático) publicado en Noviembre de 2014. Este informe confirma la gravedad de la situación: el calentamiento global podría superar los 4º de aquí al año 2100 y, para muchos científicos-as, esto es ya un fenómeno irreversible.  

Por otro lado, otras degradaciones ambientales son muy preocupantes, como el aumento del nivel del mar, la reducción de la biodiversidad, la destrucción ambiental, la desertificación, la acidificación de los océanos, la salinización del agua, las malas cosechas, la contaminación del aire, las mareas negras, los plásticos y otro tipo de contaminantes, el deshielo de los glaciares, los records de temperaturas en invierno y en verano, la multiplicación de los Tsunamis y los ciclones fuera de temporada.  

NO hay justicia climática sin feminismo


Las consecuencias del cambio climático, no son únicamente físicas, sino también sociales, económicas, políticas y producen desigualdades. Estas consecuencias no son teóricas, sino que se hacen sentir ya por todo el planeta.  

Los países y las poblaciones pobres, y las mujeres en primer lugar, son cada vez más vulnerables a las catástrofes que conllevan grandes movimientos de población. Las mujeres pobres de las zonas rurales y las mujeres indígenas son más dependientes de los recursos naturales para sobrevivir y en diferentes partes del mundo son ellas las responsables de la producción de comida y de la subsistencia, de la recogida de agua y están a cargo de los-as niños-as y de las personas ancianas.  

Pero esto no es sólo un problema de los países pobres. Aquí, en Europa, la crisis climática amenaza con acentuar las desigualdades en el acceso a la sanidad, a una alimentación sana, al acceso a recursos de agua, a la electricidad, etc… Y esto puede tener un impacto muy importante en la vida de las mujeres en Francia.  

En las estrategias del sistema capitalista, podemos ver un paralelismo entre la explotación de la naturaleza y la explotación del tiempo de las mujeres: tanto lo uno, como lo otro, son tratados como recursos inagotables y flexibles que son usados como variables de ajuste para garantizar el beneficio capitalista basado en el trabajo de las mujeres y en la apropiación privada de los medios comunes. El tiempo y la energía que emplean las mujeres en las tareas domésticas, y de cuidar de otros-as en una doble o a veces triple jornada de trabajo no es visible y es flexible en función de la disponibilidad o supresión de los servicios públicos. De la misma forma, el tiempo y la energía de los procesos de regeneración de la naturaleza son invisibilizados y tratados como una molestia para la maquinaria productiva. La división sexual del trabajo es la base del sistema capitalista, donde el trabajo asimilado a la producción, es ampliamente valorizado a todos los niveles (material, simbólico, etc…) mientras que el trabajo que garantiza la reproducción social, realizado mayoritariamente por las mujeres, es considerado como subalterno, incluso cuando éste contribuye para la manutención del sistema.  

Señalar con el dedo a los culpables para construir la Justicia Climática

Frente a esta crisis climática, es importante preguntarse como hemos llegado aquí. Las evidencias científicas muestran que la degradación del planeta está estrechamente vinculada con el modo de producción capitalista y el modelo de consumo que lo acompaña, y que se intensifica y se globaliza tras la Revolución Industrial.  

Para alcanzar la justicia climática, es importante subrayar la responsabilidad histórica de los países industrializados del norte en la situación que vivimos. Por tanto, si los países históricamente ricos son los más contaminantes, es necesario señalar una mayor responsabilidad de las poblaciones ricas con su modelo de vida altamente consumidor de carbono y energía, así como de algunas empresas (especialmente aquellas que operan en el campo de las energías fósiles).  
Las ocupaciones coloniales y las guerras también juegan un rol muy importante en la destrucción de la ecología del planeta. La explotación y subyugación de poblaciones enteras, para el provecho de algunos Estados e industrias, ha destruido muchos ecosistemas, robado tierras, contaminado y expoliado las riquezas naturales de los países del Sur. Las guerras tienen numerosas repercusiones en la naturaleza: contaminación de las empresas de armas y de los sistemas de seguridad, coste medioambiental del mantenimiento de los ejércitos y de preparación de los conflictos, efectos de las bombas y de otras armas de guerra sobre el medioambiente, etc.  

Feministas hacia la COP 21 no a las falsas soluciones



La Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (COP21) tendrá lugar en Paris, Francia, del 30 de Noviembre al 11 de Diciembre de 2015. Nuestros gobiernos han anunciado, y están haciendo promesas, para conseguir un “Acuerdo Vinculante legal Universal”. Desde la Conferencia de Rio en 1992 y la Conferencia de Kyoto en 1997, los gobiernos se han reunido regularmente, y este acuerdo todavía no ha sido alcanzado. En vez de eso, las empresas multinacionales se han asegurado el apoyo político de los gobiernos para garantizar que sus intereses hacen parte de las estrategias de fondo de estos acuerdos. Las falsas soluciones se multiplican, en un tiempo en el que las emisiones - Y la deforestación- continua aumentando dramáticamente en todo el mundo. Los  mercados de carbono, REDD y REDD+ (mecanismos de reducción de emisiones asociados a la deforestación y la degradación de los bosques), las bioenergías provenientes del monocultivo, la economía verde y la financialización de los seres vivos son sólo algunos ejemplos de esto.  

No queremos que el crecimiento económico tenga prioridad sobre las vidas humanas, y no queremos un mundo en el que los negocios controlen nuestro planeta y nuestros derechos. En todos lados, las empresas están intentando controlar las tierras y los territorios, llegando incluso a usar violencia física y sexual, milicias, ejércitos y fuerzas policiales. En todos sitios, las comunidades más pobres enfrentan la contaminación y la destrucción de sus ambientes naturales, sea a través de la construcción de presas a lo largo del Amazonas, en China, o en India, o construyendo autopistas en los suburbios de Paris, o grandes supermercados en el campo francés.  

Nuestra visión sobre la cuestión climática y ambiental considera que la destrucción de la naturaleza hace parte de la forma en la que el capitalismo está organizado en torno a su cruzada incesante en la búsqueda de beneficios. No es suficiente identificar el impacto que este sistema tiene sobre las mujeres. Partimos del análisis de que el capitalismo usa las estructuras  patriarcales en su proceso de acumulación. Como resultado, no creemos en las acciones que procuran reducir el impacto negativo del sistema de producción. En cambio, nosotras apostamos por transformar las estructuras que son responsabilidad de las relaciones de poder desiguales, combinando las perspectivas de clase, raza, sexualidad y género.  

Cambiar el mundo para cambiar la vida de las mujeres,
cambiar la vida de las mujeres para cambiar el mundo


La Marcha Mundial de las Mujeres lucha por un cambio real: queremos superar la división sexual del trabajo, promoviendo el hecho de que el trabajo doméstico y de cuidados sea la base de la vida humana y de las relaciones entre las personas al seno de la familia y de la sociedad. El reequilibrio y división de los trabajos domésticos y de cuidados entre los hombres y las mujeres, es la base de la construcción de una relación dinámica y armoniosa entre los seres humanos y la naturaleza.  

Nuestro proyecto reposa sobre el fortalecimiento de los vínculos entre las mujeres, la toma de conciencia de las preocupaciones comunes a todos-as, particularmente a nivel local, la lucha sobre los cambios en el modelo de consumo y de producción del sistema capitalista. Nuestro desafío implica la unión de la lucha de las mujeres, tanto urbanas como rurales, contra la desigualdad ambiental, para salvaguardar los bienes comunes y los servicios públicos, para proteger la naturaleza, contra la privatización de la vida, entre otras cosas.     
Las luchas por la soberanía alimentaria, las prácticas de resistencia en agroecología históricamente dirigida por las mujeres, la politización feminista del derecho a ejercer el control sobre nuestros cuerpos, la construcción de la autonomía de las mujeres y la centralidad de los cuidados para la vida y la naturaleza crean convergencias políticas que son una medida de construir un nuevo paradigma de sostenibilidad de la vida, fundado en la igualdad y la preocupación por las generaciones futuras. Como feministas, tenemos mucho que decir sobre las soluciones a la crisis climática y ecológica.  


NO HAY JUSTICIA CLIMÁTICA NI MEDIOAMBIENTAL SIN FEMINISMO


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